ANTECEDENTES
"En la China de los años treinta, la búsqueda de Kazantzaki le lleva a un templo de Pekín, donde asiste a un concierto silencioso. Los músicos ocupan su lugar, ajustan sus instrumentos. "El viejo maestro inicia el gesto de golpear sus manos, pero sus palmas se detienen justo antes de tocarse. Es la señal que abre este sorprendente concierto mudo. Los violinistas levantan sus arcos y los flautistas ajustan los instrumentos en sus labios, al tiempo que sus dedos se desplazan rápidamente por los agujeros. Silencio absoluto... No se oye nada. Es como si fuese un concierto que tuviese lugar muy lejos [...]" J.Pezeu-Massabuau hace asimismo referencia a antiguas fiestas japonesas donde se daban, en secreto, conciertos de silencio: "Cada uno escuchaba, y lo que oía en él nadiehabría sabido repetirlo"". (David Le Breton, El silencio. Ed. Sequitur, 2001)
Resulta imprescindible en este contexto hacer referencia también a la célebre pieza silenciosa del compositor estadounidense John Cage titulada 4'33''. Compuesta en 1952, y dividida en tres movimientos, puede ser interpretada por cualquier instrumento o combinación de instrumentos. La única característica de 4'33'' es la duración. Durante ese tiempo el intérprete, siguiendo las indicaciones de la partitura, no ejecuta una sola nota, lo que hace que la pieza sea en sí absolutamente contigua con el mundo; es, en sí, el mundo. Cage pone así a los oyentes en situación de diálogo con la naturaleza y les invita a escuchar los sonidos del ambiente. La relevancia que daba al acto de "escuchar" es seguramente el legado más importante del compositor. "La música es constante; sólo la escucha es intermitente"; esta frase de Henry David Thoreau, el escritor de Walden, resume su mensaje.
Por último, queremos referirnos a una anécdota muy poco conocida según la cual la única vez que el gran filósofo Theodor W. Adorno (1903-1969) visitó la universidad de Friburgo para dar una conferencia en el feudo de su oponente filosófico Martin Heidegger, los estudiantes de este último le ofrecieron un concierto para cuarteto de cuerda en el que, a pesar de estar tocando, no se oía ni una nota. Los alumnos de Heidegger aludían de esta manera con ironía al principio estético de Adorno según el cual la obra de arte bajo ningún concepto debe ser divulgada.